Papel y lápiz no eran muy comunes en los años 1800 y
anteriores, por lo que los estudiantes utilizaban pizarras individuales de
porcelana o de madera pintadas de negro para escribir sus tareas. Como los
maestros no tenían forma de transmitir información a una clase entera excepto
verbalmente, a menudo tenían que escribir en la pizarra las tareas de cada
estudiante.
La primera pizarra se hizo de
color negro, y su creación se le atribuye a la vieja escuela Superior de
Edimburgo, en donde el director James Pillans la usó para enseñar geografía. El
primer uso documentado de un pizarrón en los Estados Unidos fue en 1801, cuando
George Baron, un instructor en la academia militar, utilizó uno para enseñar
matemáticas.
Con el pasar del tiempo, las
pizarras llegaron a las oficinas y centros de investigación, especialmente en
matemáticas y ciencias, porque eran muy útiles en entornos de grupo para la
presentación de la información, para tomar notas y preservar las ideas nacidas
durante las sesiones de lluvia de ideas.
En la década de 1960,
comenzaron a ser producidas las pizarras de color verde porque se creía un
color más amigable que el negro, y además las tachaduras no eran tan
perceptibles.
En la década de 1980, las pizarras
o tableros de borrado en seco, comenzaron a aparecer en las salas de
conferencias corporativas.
En 2000, en casi una cuarta
parte de todas las aulas con pizarras convencionales de los Estados Unidos,
éstas fueron reemplazadas por pizarras acrílicas o computadoras, para proteger
a los niños alérgicos al polvo de tiza.
Los tableros de comunicación
han evolucionado mucho en las últimas décadas. Partiendo de sus orígenes cuando
se utilizaba la tiza, pasando por los pizarrones blancos y llegando a los pizarrones
interactivos, que son los más recientes.
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